Prosa Romántica
La prosa romántica se desarrolla en una doble dirección: la novela histórica, de un lado, y de otro, el costumbrismo.
Escrita a imitación de Walter Scott, la novela histórica española alcanza muy parcos resultados, si se exceptúa El señor de Bembibre (1844), de Enrique Gil y Carrasco (1815-1846).
En cambio, tiene mucho mayor interés el género costumbrista, cultivado por Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882) —Escenas matritenses (1832-1842), Tipos y caracteres (1843-1862)— y Serafín Estébanez Calderón (1799-1867).
El mejor prosista romántico es Mariano José de Larra (1809-1837). Autor de una novela histórica —El doncel de Don Enrique el Doliente (1834)— Larra es, ante todo, un crítico de la sociedad de su tiempo. Sus Artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres, recopilados entre 1835 y 1837, constituyen el testimonio más lúcido de una realidad social anclada en el anacronismo. La imposibilidad de transformarla y una serie de decepciones personales, acabaría llevando a Larra al suicidio cuando contaba veintisiete años.
Benito Pérez Galdós, el mejor escritor español de la novela realista y un prolífico creador, cuya vasta obra compone un auténtico retablo de la sociedad española de su época.
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